Por Pegaso
¡Paren las prensas, señores! ¡Breaking news! ¡Se ha producido una gran noticia que despeja una de las mayores incógnitas del mundo actual! Disney ha aclarado que Goofy (Tribilín en Español) no es una vaca, sino un perro.
La inquietud que muchos lectores de los comics y los dibujos animados de Disney era la siguiente: «Si Tribilín es un perro, ¿cómo puede tener de mascota a otro perro? Es como si un humano tuviera de mascota a otro humano».
Pues bien. Luego de una espera de años, finalmente la empresa dio la cara y resolvió: Goofy es un perro.
Creo que la idea surgió mucho tiempo atrás, cuando Tribilín, andaba queriendo arrimarle el camarón a Arabella, quien sí era una vaca.
Es más, hasta se parecían de la cara y cuerpo, con la diferencia de que Arabella tenía cuernos y Tribilín no los tenía.
La respuesta de Disney de que Tribi es un perro levanta nuevamente el ámpula del racismo y la discriminación.
Por una parte, Tribilín, que es un perro, camina con una postura erguida, como si fuese un desaliñado ser humano, puede hablar y es amigo de Mickey Mouse; por otro lado, Pluto, quien también es un perro, sólo ladra y mueve la cola como cualquier otro chucho del mundo y es la mascota de ambos.
Entonces, como dice un personaje de Eugenio Derbez: ¡¡¡¡¡Que alguien me expliqueeeee!!!!!
Las incongruencias en las historietas, tiras cómicas, dibujos animados y otras producciones por el estilo son igualmente inquietantes.
Por ejemplo, si el pato Donald y Daysi son novios, ¿quién es la mamá de Hugo, Paco y Luis? ¿Y por qué Donald siempre anda desvestido de la cintura para abajo, a diferencia de Tribilín y Mickey Mouse?
Otro que no canta mal las rancheras es Bugs Bunny, quien también anda siempre en cueros, y el Coyote del Correcaminos, y Porky, y el Pájaro Loco y mil personajes más.
Nada que ver, por ejemplo, con Lorenzo y Pepita, quienes siempre andan adecuadamente vestidos, o Chanoc, o Kalimán.
Personajes que siempre aparecen con taparrabos son Tawa y Tarzán, pero nunca dejan ver sus partecillas. En pañales veremos a Sal y Pimienta. También a los Rugrats.
En fin. El caso de Goofy o Tribilín ha puesto de moda nuevamente los debates sobre el contenido moral de los ¿inocentes? personajes, que a final de cuentas, llegan a la tierna psique de nuestros infantes de manera subliminal.
Yo pongo en la mesa de discusión un nuevo tema: ¿Es la antropomorfización de los animales en las tiras cómicas favorable para el sano desarrollo mental de los peques?
Cuando yo era un Pegaso chaval me producía una gran ansiedad ver uno de los capítulos de dibujos animados donde un vagabundo encuentra a un sapo que cantaba ópera.
Viendo la oportunidad de enriquecerse fácilmente con el batracio cantante, lo lleva a una empresa de espectáculos. Pero resulta que el animalejo sólo canta cuando nadie-aparte del zarrapastroso indigente-, lo puede ver.
Total, el teatro está a reventar por la presentación del sapo, pero éste sólo hace un sonido gutural y se va saltando hacia las bambalinas hasta perderse de vista.
La escena termina con el animal cantando ópera en la calle, frente al frustrado vagabundo, una vez que fueron echados a patadas por el empresario.
Hasta la fecha, no me gustan los sapos.
Por favor, envíeme su respuesta a la pregunta al 01-800-TRIBILIN, sin costo alguno, o al hashtag #plutoytribilin.